DESPUÉS DEL VENDAVAL
El temporal de viento ha pasado dejando tras de sí muerte, destrucción y lamentos. Lo único irremediable es el fallecimiento de las personas, pero ante esto sólo queda reconfortar a los que han perdido a sus seres queridos ayudándoles a superar el estrés emocional. Es duro. Es difícil, pero no imposible. Los profesionales saben como hacerlo. Los demás debemos aportar el suficiente amor y respeto para consolarles de manera que sepan que no están solos en su dolor.
Es cierto que el fenómeno meteorológico ha sido de una fuerza inusual en nuestra geografía, pero esto no es óbice para pedir responsabilidades. La técnica actual es suficientemente potente para prever y asegurar la estabilidad de cualquier tipo de construcción, aún en las peores condiciones físicas. Ninguna construcción levantada en el último decenio o incluso desde los años ochenta debería derrumbarse ante un temporal de viento con ráfagas de poco más de 120 km/h., ni tan siquiera con velocidades hasta 180 km/h. Entonces, ¿Qué ha pasado? En ciertos casos, irresponsabilidad de las personas que desoyen los consejos de los profesionales. El síndrome de Superman nos hace más proclives a los accidentes.
Hoy, el día después del vendaval, muchos radioaficionados que levantaron sus grandes torres repletas de antenas, contemplan consternados el amasijo de hierros que tienen sus pies. Algunos estarán pensando hasta donde les cubrirá su seguro del hogar y, si son socios de algún radioclub, si el seguro colectivo dará para tanto. Sin embargo, pocos asumirán su parte de culpa porqué olvidaron las revisiones semestrales, antes del verano e invierno. Los que levantaron sus antenas con escasos conocimientos técnicos, sin haber hecho ningún cálculo de resistencia, simplemente porqué no sabían (ni les importaba) hacerlo y se fiaron de su "experiencia" (¿?) o de la supuesta capacidad de algún compañero. Otros pensaron que conseguir un buen DX con señales potentes bien merecía levantar una torre de quince, veinte o más metros de altura, convencidos que en su zona nunca soplaba más allá de una ligera brisa y que la puesta a tierra de los enchufes de la instalación eléctrica casera ya les protegía lo suficiente.
El viento se ha calmado pero los ánimos de algunos vecinos, que ven como la soberbia antena del radioaficionado que vive en la misma finca ha quedado destrozada, se han alterado porqué imaginan que hubiera pasado si alguno de aquellos hierros hubiera entrado por una de sus ventanas. La aversión hacia los radioaficionados crecerá nuevamente.
Diversos abonados a las compañías eléctricas y telefónicas se quedaron sin servicio pero, a la vez, numerosos radioaficionados se quedaron sin sus antenas. En el supuesto que alguien hubiera requerido su ayuda, ¿se la hubieran podido prestar? Basar la radioafición en la hipotética capacidad de comunicarse en situaciones de emergencia tiene la desventaja que cuando se pone a prueba falla como todo lo demás.
La llamada Radioafición Deportiva, como todo lo que se basa en la competición, ha adulterado el concepto de la radioafición llevando a muchos radioaficionados por el camino de la soberbia, intentando llegar más allá de sus posibilidades económicas, sociales, familiares, técnicas e intelectuales. Ya no se trata de alcanzar más lejos, sino de hacerlo más fuerte que nadie. No es suficiente que su señal llegue inteligible, sino que desean que lo haga de forma atronadora. No basta con unos pocos vatios, necesitan miles de ellos desparramados por todo el espectro radioeléctrico. No vale una antena bien sintonizada, necesitan una superantena directiva intentando orientar unas ondas que sufren miles de rebotes atmosféricos. Hay radioaficionados, cada vez más, que en vez de dominar la técnica y la tecnología, son estas las que les dominan a ellos.
La radioafición ha dejado de ser una forma de enriquecimiento interior para transformarse en una manera de mostrar la riqueza exterior.
Lo que ahora se llama Radioafición fue un invento de conocidas marcas de electrónica de consumo para aprovecharse de las necesidades de comunicación durante los años 80 y 90.
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