BUSCANDO UNA DEFINICIÓN
El propósito de una definición es delimitar de la manera más ajustada posible las características de un ente o ser material, espiritual o artificial, real o imaginado. Una definición es, por si misma, excluyente, pues delimita claramente todo lo que no se ajusta a la realidad previamente definida.
Definir la radioafición es una tarea peligrosa pues existen demasiados grupos, con intereses diversos y no coincidentes, que se han acogido bajo su paraguas y se resisten a abandonar su protección. Estos grupos realizan actividades parecidas en la forma pero absolutamente distintas en el fondo y, sobre todo, ajenas al principio deontológico que impregnó la radioafición desde el principio de los tiempos de la radio.
Sin embargo, si no disponemos de una definición que explique nuestra actividad, corremos el serio peligro que nos definan otras personas ajenas a nosotros, dando una imagen adulterada o sencillamente falsicada de la radioafición y los radioaficionados. O peor aún, que por el hecho que no sepan como definirnos, dejemos de existir, tal como ocurre en la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Lengua Española (http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=radioafición) , o que lo haga desde una perspectiva decimonónica, tal como sucede en la biblioteca de los frikis, Wikipedia, (http://es.wikipedia.org/wiki/Radioafici%C3%B3n) cuya definición queda en manos de individuos que ofrecen su visión particular sobre un asunto que atañe a personas muy diversas. El error más frecuente al tratar de definir la radioafición es hacerlo mediante la descripción de lo que hace, pero nunca se entra en definir lo que es.
Si no somos capaces de definirnos, mal podremos explicar a los demás lo qué somos. Ahí está el quid de la cuestión. La sociedad sabe lo que hacemos, pero ignora lo que somos. Lo que hacemos puede hacerlo cualquier persona sin necesidad de ser radioaficionado. Los equipos de radio actuales no son difíciles de manejar y pueden comprarse en cualquier tienda e incluso bazares de productos electrónicos. Hablar a través del micrófono de un aparato radiotransmisor lo hace el barrendero o el policía municipal, el gruista o el taxista, pero la radioafición es mucho más que esto. La radioafición va, o debería ir, mucho más allá.
En febrero de 2003 publiqué un artículo en la revista CQ Radio Amateur titulado Leyendas Urbanas: DX virtuales (ver sección de Temas: Cuentos de Radio) donde proponía una definición que en aquel momento me apreció buena:
“Se entiende por Radioafición toda comunicación realizada entre estaciones radioeléctricas de aficionados legalmente autorizados, empleando única y exclusivamente ondas electromagnéticas, transmitidas desde y hacia una antena, en el espacio libre, sin soporte material, dentro de las bandas y frecuencias autorizadas por la legislación vigente”.
Hoy me parece insuficiente pues, a pesar que excluye diversos grupos que mencionaba al principio tales como los usuarios de Banda Ciudadana, Echolink y demás programas informáticos que se sirven de internet para establecer enlaces por cable telefónico, y usuarios de radiocomunicaciones de toda índole, queda corta por qué no incide en el valor añadido que aporta, o debería aportar, la radioafición. Una radioafición con un enorme capital humano que las asociaciones, con URE a la cabeza, desperdician alegremente.
La radioafición necesita gente valiente que se atreva a imprimir el giro necesario para reinventarla de nuevo. La radioafición y los radioaficionados han de adecuarse a los tiempos que vivimos y para ello debemos saber de donde venimos, quienes somos y a donde vamos. En definitiva, definirnos.
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